Segundo Lunes

Inicio del ejercicio

Trasladémonos en espíritu al Monte Calvario y como si real y verdaderamente estuviéramos en tan devoto lugar, para Gloria de Dios y provecho de nuestras almas, hagamos fervorosamente este piadoso ejercicio.
Apropiémonos de los sentimientos compasivos de la Santísima Virgen Dolorosa y supliquémosle nos alcance el amor puro de San Juan, el discípulo singularmente amado, hacia la sagrada persona de Nuestro Señor Jesucristo, y el amor penitente de Santa María Magdalena, para purificar nuestras almas de todo pecado, a fin de hallar gracia y misericordia ante la divina majestad.

 

Acto de contrición

Por la señal de la Santa Cruz, etc…

Padre Eterno Soberano Dios, yo, pobre criatura tuya, me confieso culpable de innumerables pecados ante tu Augusta Majestad. Pesan sobre mi pecados consumados con malicia, he abusado de tu bondad y de tu infinita misericordia para pecar. Culpable soy Señor Dios de los ejércitos. Yo tiemblo y me estremezco al contemplar que he merecido ser apartado de tu bondadosa presencia y estaría a punto de lanzarme en el abismo de la desesperación, si volviendo mis ojos a la tierra no viera sobre el calvario a tu amadísimo Hijo extendido sobre la Cruz derramando su sangre preciosísima para alcanzarme tu perdón y misericordia.
Traspasadas sus sacrosantas manos, clavados sus benditos pies para que no me alcance el castigo. Rasgado de parte a parte su Corazón Santísimo por el hierro de la lanza criminal, para encerrarme en esa dulce habitación, escondiéndome y encerrándome ahí, donde su amor misericordioso, sabe sanar todas las heridas y curar todas las dolencias.
Contrito y humillado, ¡Oh Padre Eterno! A la vista de tu Santísimo Hijo, mi Dios y adorable Redentor, por mí crucificado y muerto, de vivo dolor se parte mi alma y apoyada en su
preciosa sangre derramada por mí, te suplico, por la eterna caridad que te movió hasta darnos
a tu Hijo Unigénito, para que fuera nuestro Salvador y Redentor, que me concedas el perdón de todas las ofensas que te he hecho.
Padre Eterno, te ofrezco la preciosísima sangre de Nuestro Señor Jesucristo en rescate de mis pecados, por las necesidades de la Santa Iglesia, conversión de los pecadores y alivio y descanso de las benditas almas del Purgatorio y para que suscites en la Santa Iglesia muchos y buenos sacerdotes. Amén.

 

Canto penitencial

Todos juntos

No me mueve, mi Dios, para quererte
el cielo que me tienes prometido,
ni me mueve el infierno tan temido
para dejar por eso de ofenderte.
Tú me mueves, Señor, muéveme el verte
clavado en una cruz y escarnecido,
muéveme el ver tu cuerpo tan herido,
muévanme tus afrentas y tu muerte.
Muéveme en fin tu amor y en tal manera
que aunque no hubiera cielo yo te amara
y aunque no hubiera infierno te temiera.
No me tienes que dar porque te quiera
porque aunque lo que espero no esperara,
lo mismo que te quiero te quisiera.

 

Oración preparatoria

Redentor divino del género humano, Dios de infinita misericordia y clemencia, soberano Rey de reyes y Señor de señores, delante de tu sacratísima Imagen, estoy contemplando el amor inmenso de tu generoso corazón, al descender de los cielos para morir en el árbol de la cruz en medio de los más terribles dolores y tremendas congojas de una agonía llena de indecible amargura, a fin de redimirnos a nosotros los pecadores y abrirnos las puertas de la Gloria.
Coronado de espinas y cubierto de azotes tu cuerpo virginal, rasgadas las sagradas carnes, llenas de golpes y de sangre; hecho todo una viva llaga desde la planta de los pies hasta el vértice de la cabeza.
Sufriendo el horroroso martirio de la infame crucifixión y soportando con admirable paciencia y serena dignidad los más grandes dolores en el cuerpo y en el alma.
Ten misericordia de mí, Señor, que soy gran pecador; perdón, ¡Oh Dios mío crucificado! No mires, Señor, mis ofensas y perdona mis culpas.
Hoy vengo, Señor, a meditar las sublimes enseñanzas que como herencia muy preciada nos dejaste en tus siete santísimas palabras, antes de expirar. Vengo a pedir misericordia para mí, vengo a implorar el remedio de mis males. Males del cuerpo, males del alma. Confiado en tu infinita bondad sin límites, vengo hoy a pedir de tu amor crucificado, el socorro y el amparo para mí y para las personas por las cuales vengo a pedir misericordia.
Tened Señor compasión de nuestra miseria y pobreza. Ampara compasivo, a todas las familias que sufren hoy, a todos los pobres, a los enfermos, niños y ancianos desamparados, no te olvides de los que en este momento están en la agonía.
¡Señor Crucificado! Confiados en tu misericordia, esperamos el consuelo en el día de hoy.

 

Responsorio

¡Oh Sangre de Cristo por mi amor vertida!
     R/ Pésame Señor haberte ofendido

¡Oh sudor sangriento de un Dios afligido!
     R/ Pésame Señor haberte ofendido

¡Oh Jesús atado con azotes herido!
     R/ Pésame Señor haberte ofendido

¡Oh Jesús coronado, Rey escarnecido!
     R/ Pésame Señor haberte ofendido

¡Oh Cruz en tus hombros y amargo camino!
   R/ Pésame Señor haberte ofendido

¡Oh Jesús por amor muerto en Cruz y herido!
     R/ Pésame Señor haberte ofendido

 

CONSIDERACIÓN SOBRE LA SEGUNDA PALABRA DEL SEÑOR.

«Hoy mismo estarás conmigo en el Paraíso» (Lucas 23,39-43)

“Uno de los malhechores colgados le insultaba: ¿No eres tú el Cristo? Pues ¡sálvate a ti y a nosotros! Pero el otro le increpó: ¿Es que no temes a Dios, tú que sufres la misma condena? Y nosotros con razón, porque nos lo hemos merecido con nuestros hechos; en cambio éste nada malo ha hecho. Y decía: Jesús, acuérdate de mí cuando vengas con tu Reino. Jesús le dijo: “Te aseguro que hoy estarás conmigo en el Paraíso.”

 

REFLEXIÓN Y APLICACIÓN

Meditación

Jesús, igual que Dimas, el buen ladrón, nosotros queremos acogernos hoy a tu compasión y misericordia. Hemos pecado muchas veces y de muchas maneras, en unas ocasiones con más conciencia que en otras, pero hemos pecado.

Hemos desconocido tu bondad y tu amor y te fallamos, haciendo a un lado tus palabras de verdad y de amor.

Sin embargo Jesús, queremos pedirte que no nos abandones; necesitamos de ti para seguir viviendo; necesitamos de ti y de todo lo que nos das, para ser las personas que Dios Padre espera que seamos; necesitamos de ti, porque Tú eres la Luz que ilumina al mundo y derrotas las tinieblas del pecado. Necesitamos de ti Jesús, porque tú eres el Camino, la Verdad y la Vida de nuestra vida. Sin tu amor y tu presencia nada tiene sentido ni valor. Amén

 

Oración

¡Oh ladrón penitente!

Rogad por los agonizantes

Rogad por la conversión de los pecadores

Rogad por los que dilatan su conversión para la muerte.

Rogad por los descarriados, que maltratan la Santa Iglesia.

Rogad por los que desprecian la doctrina de Jesús.

Rogad por la conversión de los pueblos infieles.

 

Conclusión 

Nos dirigimos al Padre como Jesús nos enseñó…
Padre Nuestro…
Gloria al Padre….

 

A nuestra Señora de los Dolores

Con la más viva confianza recurro a ti, Madre Dolorosa, para que escuches mis oraciones y te dignes, Madre mía, interponer tu poderosa intercesión para que mis pobres súplicas sean oídas y atendidas en los cielos.
Corazón compasivo de María, Corazón de Madre, dispuesto siempre al socorro de sus hijos; ven en mi auxilio. En tus benditas manos, Madre Dolorosa, pongo mis súplicas y oraciones, purifícales con tus benditas lágrimas para que hallen gracia ante la misericordia del Señor,

     Respondemos todos/ Señora Reina del Dolor,

Enséñanos a sufrir con mérito para la vida eterna.
     R/ Señora Reina del Dolor,

Alcánzanos la resignación a la voluntad Divina
     R/ Señora Reina del Dolor,

Consíguenos de Dios la fortaleza cristiana para saber vencer las dificultades de la vida.
      R/ Señora Reina del Dolor,

Concede a la Santa Iglesia con tus ruegos, muchos y santos sacerdotes.
     R/ Señora Reina del Dolor,

Consuela a las familias que hoy sufren alguna tribulación y alivia a los enfermos del peso de sus dolores.
     R/ Señora Reina del Dolor,

Despertad en los corazones el espíritu de verdadera caridad para que sean socorridos los pobres, los huérfanos, las viudas y los ancianos.
     R/ Señora Reina del Dolor,

Desde ahora te suplicamos que nos asistas en la hora suprema de nuestra vida, que es la hora de la muerte, asiste señora a nuestra agonía, cierra nuestros ojos para que nos despertemos a tu lado en la vida eterna.

 

Dios te salve Reina y Madre…

 

¡Madre llena de dolor! Has que cuando expiremos; nuestras almas entreguemos por tus manos al Señor.

 

¡Oh Jesús, Pastor Eterno de las almas. Danos muchos y Santos sacerdotes!
Te adoramos oh Cristo y te bendecimos. Porque con tu Cruz y muerte, redimiste al mundo.

 

Se imparte (o implora según sea el caso) la bendición final.

 

Canto cuaresmal