Inicio del ejercicio
Trasladémonos en espíritu al Monte Calvario y como si real y verdaderamente estuviéramos en tan devoto lugar, para Gloria de Dios y provecho de nuestras almas, hagamos fervorosamente este piadoso ejercicio.
Apropiémonos de los sentimientos compasivos de la Santísima Virgen Dolorosa y supliquémosle nos alcance el amor puro de San Juan, el discípulo singularmente amado, hacia la sagrada persona de Nuestro Señor Jesucristo, y el amor penitente de Santa María Magdalena, para purificar nuestras almas de todo pecado, a fin de hallar gracia y misericordia ante la divina majestad.
Acto de contrición
Por la señal de la Santa Cruz, etc…
Padre Eterno Soberano Dios, yo, pobre criatura tuya, me confieso culpable de innumerables pecados ante tu Augusta Majestad. Pesan sobre mi pecados consumados con malicia, he abusado de tu bondad y de tu infinita misericordia para pecar. Culpable soy Señor Dios de los ejércitos. Yo tiemblo y me estremezco al contemplar que he merecido ser apartado de tu bondadosa presencia y estaría a punto de lanzarme en el abismo de la desesperación, si volviendo mis ojos a la tierra no viera sobre el calvario a tu amadísimo Hijo extendido sobre la Cruz derramando su sangre preciosísima para alcanzarme tu perdón y misericordia.
Traspasadas sus sacrosantas manos, clavados sus benditos pies para que no me alcance el castigo. Rasgado de parte a parte su Corazón Santísimo por el hierro de la lanza criminal, para encerrarme en esa dulce habitación, escondiéndome y encerrándome ahí, donde su amor misericordioso, sabe sanar todas las heridas y curar todas las dolencias.
Contrito y humillado, ¡Oh Padre Eterno! A la vista de tu Santísimo Hijo, mi Dios y adorable Redentor, por mí crucificado y muerto, de vivo dolor se parte mi alma y apoyada en su
preciosa sangre derramada por mí, te suplico, por la eterna caridad que te movió hasta darnos
a tu Hijo Unigénito, para que fuera nuestro Salvador y Redentor, que me concedas el perdón de todas las ofensas que te he hecho.
Padre Eterno, te ofrezco la preciosísima sangre de Nuestro Señor Jesucristo en rescate de mis pecados, por las necesidades de la Santa Iglesia, conversión de los pecadores y alivio y descanso de las benditas almas del Purgatorio y para que suscites en la Santa Iglesia muchos y buenos sacerdotes. Amén.
Canto penitencial
Todos juntos
No me mueve, mi Dios, para quererte
el cielo que me tienes prometido,
ni me mueve el infierno tan temido
para dejar por eso de ofenderte.
Tú me mueves, Señor, muéveme el verte
clavado en una cruz y escarnecido,
muéveme el ver tu cuerpo tan herido,
muévanme tus afrentas y tu muerte.
Muéveme en fin tu amor y en tal manera
que aunque no hubiera cielo yo te amara
y aunque no hubiera infierno te temiera.
No me tienes que dar porque te quiera
porque aunque lo que espero no esperara,
lo mismo que te quiero te quisiera.
Oración preparatoria
Redentor divino del género humano, Dios de infinita misericordia y clemencia, soberano Rey de reyes y Señor de señores, delante de tu sacratísima Imagen, estoy contemplando el amor inmenso de tu generoso corazón, al descender de los cielos para morir en el árbol de la cruz en medio de los más terribles dolores y tremendas congojas de una agonía llena de indecible amargura, a fin de redimirnos a nosotros los pecadores y abrirnos las puertas de la Gloria.
Coronado de espinas y cubierto de azotes tu cuerpo virginal, rasgadas las sagradas carnes, llenas de golpes y de sangre; hecho todo una viva llaga desde la planta de los pies hasta el vértice de la cabeza.
Sufriendo el horroroso martirio de la infame crucifixión y soportando con admirable paciencia y serena dignidad los más grandes dolores en el cuerpo y en el alma.
Ten misericordia de mí, Señor, que soy gran pecador; perdón, ¡Oh Dios mío crucificado! No mires, Señor, mis ofensas y perdona mis culpas.
Hoy vengo, Señor, a meditar las sublimes enseñanzas que como herencia muy preciada nos dejaste en tus siete santísimas palabras, antes de expirar. Vengo a pedir misericordia para mí, vengo a implorar el remedio de mis males. Males del cuerpo, males del alma. Confiado en tu infinita bondad sin límites, vengo hoy a pedir de tu amor crucificado, el socorro y el amparo para mí y para las personas por las cuales vengo a pedir misericordia.
Tened Señor compasión de nuestra miseria y pobreza. Ampara compasivo, a todas las familias que sufren hoy, a todos los pobres, a los enfermos, niños y ancianos desamparados, no te olvides de los que en este momento están en la agonía.
¡Señor Crucificado! Confiados en tu misericordia, esperamos el consuelo en el día de hoy.
Responsorio
¡Oh Sangre de Cristo por mi amor vertida!
R/ Pésame Señor haberte ofendido
¡Oh sudor sangriento de un Dios afligido!
R/ Pésame Señor haberte ofendido
¡Oh Jesús atado con azotes herido!
R/ Pésame Señor haberte ofendido
¡Oh Jesús coronado, Rey escarnecido!
R/ Pésame Señor haberte ofendido
¡Oh Cruz en tus hombros y amargo camino!
R/ Pésame Señor haberte ofendido
¡Oh Jesús por amor muerto en Cruz y herido!
R/ Pésame Señor haberte ofendido
CONSIDERACIÓN SOBRE LA QUINTA PALABRA DEL SEÑOR.
«Tengo sed» (Juan 19, 28)
“Después de esto, sabiendo Jesús que ya todo estaba cumplido, para que se cumpliera la Escritura, dice: «Tengo sed.»”
REFLEXIÓN Y APLICACIÓN
Meditación
Jesús, escuchamos tus gritos de dolor, e inmediatamente pensamos en tus palabras: “Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia, porque ellos serán saciados”…
Somos injustos, Señor, tremendamente injustos. Y lo peor es que ni siquiera nos damos cuenta de ello. Ofrecemos una pequeña limosna, y ya nos sentimos satisfechos. Nos parece que hicimos algo muy grande, cuando sólo estamos haciendo una mínima parte de lo que nos corresponde hacer. Ayúdanos, Jesús, a entender, que nuestra más grande obligación es compartir, dar de lo que tenemos, ponernos al servicio de quienes nos necesitan, solidarizarnos con los que sufren, como tú te solidarizaste con nosotros. Que tu grito, Señor, resuene en nuestros oídos, una y otra vez, hasta que logremos escuchar con el corazón el lamento de todas las personas que padecen necesidades materiales y espirituales, y salgamos a socorrerlos con amor y con generosidad.
Oración
Por la sed que sufriste en tu agonía, ¡líbranos buen Jesús!
De la sed de los nefandos placeres y vicios, ¡líbranos buen Jesús!
De la sed del dinero y de los honores, ¡líbranos buen Jesús!
De la sed de las alabanzas y de gloria mundana, ¡líbranos buen Jesús!
De la sed de las comodidades y de lujo, ¡líbranos buen Jesús!
De la sed de las diversiones y pasatiempos pecaminosos, ¡líbranos buen Jesús!
De la sed de venganzas, de odios y enemistades, ¡líbranos buen Jesús!
Por tus dolores, por tu muerte, por tu Cruz, danos la sed de cosas espirituales y eternas.
Conclusión
Nos dirigimos al Padre como Jesús nos enseñó…
Padre Nuestro…
Gloria al Padre….
A nuestra Señora de los Dolores
Con la más viva confianza recurro a ti, Madre Dolorosa, para que escuches mis oraciones y te dignes, Madre mía, interponer tu poderosa intercesión para que mis pobres súplicas sean oídas y atendidas en los cielos.
Corazón compasivo de María, Corazón de Madre, dispuesto siempre al socorro de sus hijos; ven en mi auxilio. En tus benditas manos, Madre Dolorosa, pongo mis súplicas y oraciones, purifícales con tus benditas lágrimas para que hallen gracia ante la misericordia del Señor,
Respondemos todos/ Señora Reina del Dolor,
Enséñanos a sufrir con mérito para la vida eterna.
R/ Señora Reina del Dolor,
Alcánzanos la resignación a la voluntad Divina
R/ Señora Reina del Dolor,
Consíguenos de Dios la fortaleza cristiana para saber vencer las dificultades de la vida.
R/ Señora Reina del Dolor,
Concede a la Santa Iglesia con tus ruegos, muchos y santos sacerdotes.
R/ Señora Reina del Dolor,
Consuela a las familias que hoy sufren alguna tribulación y alivia a los enfermos del peso de sus dolores.
R/ Señora Reina del Dolor,
Despertad en los corazones el espíritu de verdadera caridad para que sean socorridos los pobres, los huérfanos, las viudas y los ancianos.
R/ Señora Reina del Dolor,
Desde ahora te suplicamos que nos asistas en la hora suprema de nuestra vida, que es la hora de la muerte, asiste señora a nuestra agonía, cierra nuestros ojos para que nos despertemos a tu lado en la vida eterna.
Dios te salve Reina y Madre…
¡Madre llena de dolor! Has que cuando expiremos; nuestras almas entreguemos por tus manos al Señor.
¡Oh Jesús, Pastor Eterno de las almas. Danos muchos y Santos sacerdotes!
Te adoramos oh Cristo y te bendecimos. Porque con tu Cruz y muerte, redimiste al mundo.
Se imparte (o implora según sea el caso) la bendición final.
Canto cuaresmal